Se trata, según mi parecer, de buscar las leyes lógicas que uno pensaría que deben de funcionar de modo autónomo en una estructura tan profundamente anclada en nuestro funcionamiento pensante, tan compleja, y en el fondo tan difícil de manipular como es la lengua, antes que sospechar que se ha dejado manejar por intereses machistas o de cualquier otro tipo.
Así, yendo a la cuestión, me atrevo a plantear que quizá la tan discutida norma de que en español, “en los sustantivos que designan seres animados, el masculino gramatical no solo se emplea para referirse a los individuos de sexo masculino, sino también para designar la clase, esto es, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos” [2], puede que tenga su razón de ser dentro de la estructura interna de nuestra lengua, más allá de la influencia o imposición de una lógica, una moral y una estética patriarcal que, indudablemente, ha existido y aún existe en nuestra sociedad.
Lo femenino como categoría
Es evidente que al hablar, en nuestro cerebro se establecen oposiciones significativas a diferentes niveles de abstracción. En un nivel previo a la necesidad de diferenciación de la identidad sexual, superior al uso de los sujetos particulares, e incluso del verbo, de la acción, tal vez esté dispuesto desde tiempos inmemoriales que aquello que corresponde al establecimiento de la categoría, al concepto global, tendría el género femenino como norma, en tanto que lo particular, lo concreto, lo específico (el espécimen) de cualquiera de estas categorías se expresaría de forma aún indefinida en género masculino. Algo así como la distinción que podríamos percibir entre la línea/el trazo, la acción/el gesto, la facción/el rasgo.
Esta ley (que planteo como hipótesis) se puede observar en un altamente significativo número de casos. Es muy visible con respecto al femenino como asunción de la categoría abstracta. Incluye prácticamente todas las Ciencias clásicas y no tan clásicas, así como sus múltiples ramas: la física (la mecánica, la termodinámica, la f. cuántica, la astronomía…), la biología (la citología, la histología, la anatomía, la bioquímica, la fisiología…), la filosofía, la retórica, la geografía, la matemática, la química, la medicina, la geología, la antropología, la economía… Hasta las más modernas: la numismática, la egiptología, la estadística, la epistemología, la genética, la informática… Las Artes: la poesía, la música, la pintura, la arquitectura, la literatura, la escultura, la dramática o dramaturgia (el teatro es el lugar donde se desarrolla), la retórica, la fotografía, la cinematografía… Las emociones humanas (incluidos los clásicos pecados y las virtudes: la envidia, la lujuria, la ira… la prudencia, la justicia, la templanza…), la esperanza, la tristeza, la paciencia, la angustia, la melancolía, la vergüenza, la apatía, la serenidad, la camaradería… Estados: la sencillez (y la mayoría de las acabadas en –EZ), la dificultad (y todas las acabadas en –TAD), la normalidad (y las más de mil acabadas en –DAD), la villanía (y las más de 1.700 acabadas en ÍA o en -IA), la pericia (y todas las acabadas en –ICIA), la absurdez, la rigidez, la grandeza (y las más de 400 acabadas en –EZ o en –EZA), la abstinencia (y todas las 400 acabadas en –ENCIA)…
Instituciones políticas y sociales y formas de gobierno: la aristocracia, la monarquía, la república, la anarquía, la democracia…, la sanidad, la educación (la instrucción, la enseñanza, la didáctica, la pedagogía, la docencia, la tutoría…), la banca, la religión, la legislación, la judicatura, la policía… Las 721 terminados en –ERÍA, es decir, nombres abstractos de abundancia, cualidad, conjunto o lugar donde está se hace o se vende una cosa: palabrería, galantería, sillería, conserjería, cafetería (y todos los establecimientos públicos: zapatería, carpintería…) Los nombres de acción terminados en el sufijo –IÓN (2.600): la cicatrización, la consolidación, la retroalimentación, la penalización, la composición, la estabilización… Entre ellos los términos de dignidad o cargo, designando impersonalmente a quienes los desempeñan: la inspección, la representación, la dirección, la legación; o lugar donde se realiza determinada actividad: la fundición…
En fin, sería interminable. Pero todas con esa característica común de ser estamentos, ámbitos, estados, elementos contenedores, y de forma global, impersonal, no particularizada.
Lo masculino como agente
El orden de prevalencia de estas dos formas de conceptualización no nos importa; tal vez haya sido en los orígenes al revés, primero el agente, después la categoría. O quizá, como dice la Biblia para el comienzo del mundo, en el principio fue el verbo. Seguramente: la acción pura. Tanto en la vida como en el lenguaje. De cualquier modo, para nuestro entendimiento:
• 1º) A partir del establecimiento de las ideas-categorías, situadas de forma estructural en una escala conceptual superior, y definidas precisamente en cuanto tales por ese género femenino, intemporal, abstracto, el continente, por así decir (la infancia, la niñez, la pubertad, la adolescencia, la mocedad, la juventud, la adultez, la madurez, la vejez, la ancianidad, la senectud, la longevidad…),
• 2º) podemos particularizar el agente, la clase, nombrar al individuo inespecífico, referirnos todavía genéricamente (nunca mejor dicho) al ente global emanado de cada categoría, y lo hacemos utilizando por defecto el género masculino (el infante, el niño, el púber, el adolescente, el mozo, el joven, el adulto, el maduro, el viejo, el anciano, el sene, el longevo…),
• 3º) a no ser que nos queramos referir de forma específica a un o unos niños o a una o unas niñas como actores concretos, en un nivel de abstracción más bajo, donde ya es necesario utilizar los géneros de identificación sexual.
De tal manera que en el grado de las categorías tenemos el continente (ej.: necesitamos leyes para la protección integral de la niñez), y el contenido global (ej.: debemos denunciar toda vulneración de los derechos del niño). En este nivel el sujeto puede ir también en plural, sin perder por ello ese grado de abstracción (ej.: el derecho a la educación de los niños). En el funcionamiento de nuestro logos, para hablar, seguramente necesitamos este tipo de organización psicolingüística, este tipo de operación mental, sencilla y rápida, para establecer hechos genéricos, no particulares: lo femenino para el continente, el estado; lo masculino para el contenido, el ser.
Después, cuando necesitamos especificar si se trata de niños o niñas, es decir, para los casos particulares, en un menor grado de abstracción, tenemos a nuestra disposición los géneros (ej.: las niñas afganas están ávidas de educación), tanto en artículos, como en sustantivos y adjetivos. Aunque, por la norma anterior, para el masculino hay que especificar para no confundir el caso concreto con la categoría (ej.: la ley del más fuerte importa más a los niños varones).
El continente y el contenido
Todo lo cual concuerda de manera precisa y preciosa con el reparto de cualidades y características que observamos en el universo de lo fenomenológico, en el mundo real, curiosamente compuesto desde sus más pequeños y fundamentales elementos constitutivos (átomos) por dos fuerzas que se oponen y se complementan: el – y el +, lo femenino y lo masculino (donde los sexos son sólo un exponente más), el yin y el yang de la filosofía oriental, la tesis y la antítesis de la occidental. Lo femenino es receptivo, abierto, ilimitado; lo masculino activo, definido, concreto…
Permítanme adjuntar unas reflexiones que escribí hace años sobre las vocales, en este caso sobre la A y la O, definidoras en castellano de los dos géneros:
El sonido de la A hace referencia a lo abierto, a lo grande, a lo total, a lo majestuoso. Y a la sorpresa por el exceso de abundancia, de grandeza. A lo receptivo, a lo acogedor, a lo inmenso. También, en un uso exagerado de palabras con esta vocal nos encontramos con lo excesivamente relajado, lo simple, lo inconcreto. Lo átono. “Quedarse con la boca abierta” es una frase que retrata muy bien esta actitud.¿Se deberían lamentar las y los correctores y correctoras políticos y políticas, deberían protestar por el papel que según lo dicho posee lo femenino (ojo: no la mujer, equívoca y habitual identificación) en la conformación del lenguaje del idioma que compartimos? Ni más ni menos que el concepto puro, la esencia del lenguaje, la matriz de los estados, las categorías, los ámbitos y las sedes de todas y cada una de las circunstancias y de las emociones humanas. Es como si actualmente la mujer rechazara la sabia naturaleza aparentemente pasiva de lo femíneo, absurdamente envidiosa de la prepotente, estúpida y ridícula actividad "protagonística" de lo masculino (no hay más que ver cómo va el mundo). A mí tal función me parece un honor inconmensurable, en sintonía con la grandeza y la trascendental esencialidad de lo femenino, desde el primigenio matriarcado, desde antes de que los olímpicos dioses arrebataran el panteón a las titánicas diosas.
El sonido A es claramente femenino. No en vano es la desinencia que, en español, al final de sustantivos y adjetivos, indica el género femenino. Pato/pata. Blanco/blanca. Sin duda, esta diferencia tiene que ver con el sonido A, el más primario y sencillo de todos los que podemos generar con la voz, y de manera francamente amplia, abierta sin límite…
La O produce un sonido oscuro, opaco, bajo, contenido, cerrado, poco sutil, quieto, fuerte. Pero representa de algún modo también el reino de lo cotidiano, lo rotundo (redondo), lo definido, lo objetivable. El objeto, el modo, el proceso. Es claramente un sonido yang, activo, engendrador, realizador, lógico, y complejo. Es el mundo de la realidad, el todo, pero un todo paradójicamente no completo (aunque la O lo crea y obsesivamente así lo vocee), no global, sino acumulativo, agregación de cada una de sus infinitas partes.
En español es un sonido masculino, evidentemente. En oposición a la A, establece el género masculino en la mayoría de sustantivos y adjetivos. [3]
¿Habría de lamentarse y protestar el hombre suspicaz algún día porque hasta las palabras masculinidad, virilidad y hombría sean del género femenino? Qué absurdo.
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[1] Chomsky postulaba la existencia de un dispositivo cerebral innato (el "órgano del lenguaje"), que permite aprender y utilizar el lenguaje de forma casi instintiva. Comprobó además que los principios generales abstractos de la gramática son universales en la especie humana y postuló la existencia de una Gramática Universal. (Wikipedia)
[2] Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española (2005) Diccionario panhispánico de dudas, Espasa Calpe, Madrid.
[3] “La Caverna Sonora” http://goo.gl/w1rm2 (Capítulo todavía no incluido).
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HA ENTRADO EN el BLOG/ARCHIVO de VRedondoF. Soy un EMPRESARIO JUBILADO que me limito al ARCHIVO de lo que me voy encontrando "EN LA NUBE" y me parece interesante. Lo intento hacer de una forma ordenada/organizada mediante los blogs gratuitos de Blogger. Utilizo el sistema COPIAR/PEGAR, luego lo archivo. ( Solo lo INTERESANTE según mi criterio). Tengo una serie de familiares/ amigos/ conocidos (yo le llamo "LA PEÑA") que me animan a que se los archive para leerlo ellos después. Los artículos que COPIO Y PEGO EN MI ARCHIVO o RECOPILACIÓN (cada uno que le llame como quiera) , contienen opiniones con las que yo puedo o no, estar de acuerdo. ***** Cuando incorporo MI OPINION, la identifico CLARAMENTE, con la unica pretension de DIFERENCIARLA del articulo original. ***** Mi correo electronico es vredondof(arroba)gmail.com por si quieres que publique algo o hacer algun comentario.