Había leído opiniones y textos sueltos aquí y allá , pero nunca le había dedicado mucho tiempo .
Hoy he querido dedicar el tiempo necesario para que me quedara claro , al menos ,las circunstancias y su discurso de Salamanca (12 de octubre de 1936).
La verdad es que hoy día , dudo que haya personas con EL GRAN VALOR de D. Miguel , aparte de la su gran nivel INTELECTUAL.
Hoy he querido dedicar el tiempo necesario para que me quedara claro , al menos ,las circunstancias y su discurso de Salamanca (12 de octubre de 1936).
La verdad es que hoy día , dudo que haya personas con EL GRAN VALOR de D. Miguel , aparte de la su gran nivel INTELECTUAL.
Quede esta recopilacion para demostrar lo uno y lo otro.
Me ha salido algo larga , por eso lo de dos capitulos .
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COLETTE Y JEAN-CLAUDE RABATÉ:
Me ha salido algo larga , por eso lo de dos capitulos .
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COLETTE Y JEAN-CLAUDE RABATÉ:
“MIGUEL DE UNAMUNO, BIOGRAFÍA”.
LUCIANO GONZÁLEZ EGIDO:
LUCIANO GONZÁLEZ EGIDO:
“AGONIZAR EN SALAMANCA”
A).- Colette Rabaté es Profesora titular de Lengua, Literatura y Civilización Española en la Universidad “François Rabelais” de Tours, es autora de artículos dedicados a la literatura e historia contemporánea y publicados en revistas francesas y españolas (Le Temps de Goya, ¿Eva o María?, Ser mujer en la época isabelina.
Su esposo Jean Claude Rabaté es Catedrático de Civilización española en la Universidad de Paris III-Sorbona y autor de numerosos estudios sobre Miguel de Unamuno (1900 Salamanca, Guerra de ideas en el joven Unamuno, y una edición crítica sobre la obra En Torno al Casticismo. En definitiva dos hispanistas franceses, enamorados de todo los español, que han llevado a cabo lo que para mí es una magnífica biografía de Unamuno.
B).- Luciano González Egido, por otro lado, (Salamanca, 1928) es un ensayista, poeta y narrador español. Su labor como novelista ha sido reconocida con el Premio de la Crítica (1995, por su novela El corazón inmóvil), el Premio de la Crítica de Castilla y León (2003, por su novela La piel del tiempo)1 y el Premio Castilla y León de las Letras (2004, al conjunto de su carrera literaria y ensayística).
Se doctoró en Filosofía y Letras por la Universidad de Salamanca con una tesis sobre El Criticón de Baltasar Gracián. Profesor en la esta universidad, publicó varios trabajos sobre la figura y la obra de Miguel de Unamuno. (Wikipedia)
INTRODUCCIÓN:
Miguel de Unamuno nace en la calle Ronda del casco viejo de Bilbao. Era el tercer hijo y primer varón, del matrimonio habido entre el comerciante Félix de Unamuno Larraza y Salomé Jugo Unamuno. A los diez años, al acabar sus primeros estudios en el colegio de San Nicolás y a punto de entrar en el instituto, asiste como testigo al asedio de su ciudad durante la Tercera Guerra Carlista (lo que luego reflejará en su primera novela, Paz en la guerra). Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid, obteniendo la calificación de sobresaliente en 1883, a sus diecinueve años.
Al año siguiente se doctora con una tesis sobre la lengua vasca: Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca. En ella anticipa su idea sobre el origen de los vascos, contraria a las afirmaciones del nacionalismo vasco que propugnaban una raza vasca no contaminada por otras razas.
El 31 de enero de 1891 se casa con Concha Lizárraga, de la que estaba enamorado desde niño. Pasa los meses invernales dedicado a la preparación de unas oposiciones para una cátedra de Griego en la Universidad de Salamanca, la cual obtiene. En 1901 es nombrado Rector de la Universidad de Salamanca.
El 11 de octubre de 1894 ingresa en la Agrupación Socialista de Bilbao y colabora en el semanario Lucha de clases de esta ciudad, abandonando el partido socialista en 1897 y sufriendo una gran depresión.
Sus constantes ataques al rey y al dictador Primo de Riverahacen que éste lo destierre a Fuerteventura en febrero de 1924. El 9 de julio es indultado, pero él se destierra voluntariamente en Francia
Al iniciarse la guerra civil, apoya inicialmente a los rebeldes. Unamuno quiso ver en los militares alzados a un conjunto de regeneracionistas autoritarios dispuestos a encauzar la deriva del país. Cuando el 19 de julio la práctica totalidad del consistorio salmantino es destituida por las nuevas autoridades y sustituida por personas adictas, Unamuno acepta el acta de concejal que le ofrece el nuevo alcalde, el comandante Del Valle.
Sin embargo, el entusiasmo por la sublevación pronto se torna en desengaño, especialmente ante el cariz que toma la represión en Salamanca. En sus bolsillos se amontonan las cartas de mujeres de amigos, conocidos y desconocidos, que le piden que interceda por sus maridos encarcelados, torturados y fusilados.
A finales de julio, sus amigos salmantinos, habían sido asesinados. Unamuno se arrepintió públicamente de su apoyo a la sublevación durante el acto de apertura del curso académico (que coincidía con la celebración de laFiesta de la Raza), el 12 de octubre de 1936, en el Paraninfo de la Universidad. De él es la parte última que destaco en esta pequeña reseña. (Wikipedia)
UNAMUNO, EL HOMBRE:
Uno que es un fiel admirador de Don Miguel de Unamuno y ha leído casi todas sus obras (incluida una que no se llegó a publicar “El resentimiento trágico de la vida”, diatriba tremenda sobre la Guerra Civil, donde ataca a “los hunos y los hotros”), no puede, por menos que destacar, el carácter cambiante de su posición política, la angustia de su vida cotidiana y su obsesión por la Religión (para mí era un fervoroso creyente, véase su libro “San Manuel Bueno, Mártir”), que llevó a la Iglesia Católica a prohibir sus obras, junto a otro rasgo de su carácter, su oposición al idioma vasco como una lengua aislada, que se debía mantener intocable; al contrario para él, no sólo el vascuence, sino todas las lenguas, se enriquecían con la mezcla de todas las demás, en especial, en este caso, con el latín y el castellano.
Para no entretener más con mis opiniones, quiero destacar aquí el gran libro escrito por estos dos hispanistas franceses, donde al tiempo que van narrando la vida de Unamuno, van introduciendo, como pequeñas astillas, pequeños trozos de su obra, lo que realmente resulta gratificante. Al final he cogido su último discurso como Rector de Salamanca, una vez acabada la Guerra Civil, donde estuvo a punto de ser pasado por las armas. En este caso, fue Carmen Polo, la mujer de Franco, quien quizá le salvó la vida (esta última intervención la he tomado del Libro “Agonizar en Salamanca” de Luciano G. Egido.)
SU NIÑEZ:
A).- Colette Rabaté es Profesora titular de Lengua, Literatura y Civilización Española en la Universidad “François Rabelais” de Tours, es autora de artículos dedicados a la literatura e historia contemporánea y publicados en revistas francesas y españolas (Le Temps de Goya, ¿Eva o María?, Ser mujer en la época isabelina.
Su esposo Jean Claude Rabaté es Catedrático de Civilización española en la Universidad de Paris III-Sorbona y autor de numerosos estudios sobre Miguel de Unamuno (1900 Salamanca, Guerra de ideas en el joven Unamuno, y una edición crítica sobre la obra En Torno al Casticismo. En definitiva dos hispanistas franceses, enamorados de todo los español, que han llevado a cabo lo que para mí es una magnífica biografía de Unamuno.
B).- Luciano González Egido, por otro lado, (Salamanca, 1928) es un ensayista, poeta y narrador español. Su labor como novelista ha sido reconocida con el Premio de la Crítica (1995, por su novela El corazón inmóvil), el Premio de la Crítica de Castilla y León (2003, por su novela La piel del tiempo)1 y el Premio Castilla y León de las Letras (2004, al conjunto de su carrera literaria y ensayística).
Se doctoró en Filosofía y Letras por la Universidad de Salamanca con una tesis sobre El Criticón de Baltasar Gracián. Profesor en la esta universidad, publicó varios trabajos sobre la figura y la obra de Miguel de Unamuno. (Wikipedia)
INTRODUCCIÓN:
Miguel de Unamuno nace en la calle Ronda del casco viejo de Bilbao. Era el tercer hijo y primer varón, del matrimonio habido entre el comerciante Félix de Unamuno Larraza y Salomé Jugo Unamuno. A los diez años, al acabar sus primeros estudios en el colegio de San Nicolás y a punto de entrar en el instituto, asiste como testigo al asedio de su ciudad durante la Tercera Guerra Carlista (lo que luego reflejará en su primera novela, Paz en la guerra). Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid, obteniendo la calificación de sobresaliente en 1883, a sus diecinueve años.
Al año siguiente se doctora con una tesis sobre la lengua vasca: Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca. En ella anticipa su idea sobre el origen de los vascos, contraria a las afirmaciones del nacionalismo vasco que propugnaban una raza vasca no contaminada por otras razas.
El 31 de enero de 1891 se casa con Concha Lizárraga, de la que estaba enamorado desde niño. Pasa los meses invernales dedicado a la preparación de unas oposiciones para una cátedra de Griego en la Universidad de Salamanca, la cual obtiene. En 1901 es nombrado Rector de la Universidad de Salamanca.
El 11 de octubre de 1894 ingresa en la Agrupación Socialista de Bilbao y colabora en el semanario Lucha de clases de esta ciudad, abandonando el partido socialista en 1897 y sufriendo una gran depresión.
Sus constantes ataques al rey y al dictador Primo de Riverahacen que éste lo destierre a Fuerteventura en febrero de 1924. El 9 de julio es indultado, pero él se destierra voluntariamente en Francia
Al iniciarse la guerra civil, apoya inicialmente a los rebeldes. Unamuno quiso ver en los militares alzados a un conjunto de regeneracionistas autoritarios dispuestos a encauzar la deriva del país. Cuando el 19 de julio la práctica totalidad del consistorio salmantino es destituida por las nuevas autoridades y sustituida por personas adictas, Unamuno acepta el acta de concejal que le ofrece el nuevo alcalde, el comandante Del Valle.
Sin embargo, el entusiasmo por la sublevación pronto se torna en desengaño, especialmente ante el cariz que toma la represión en Salamanca. En sus bolsillos se amontonan las cartas de mujeres de amigos, conocidos y desconocidos, que le piden que interceda por sus maridos encarcelados, torturados y fusilados.
A finales de julio, sus amigos salmantinos, habían sido asesinados. Unamuno se arrepintió públicamente de su apoyo a la sublevación durante el acto de apertura del curso académico (que coincidía con la celebración de laFiesta de la Raza), el 12 de octubre de 1936, en el Paraninfo de la Universidad. De él es la parte última que destaco en esta pequeña reseña. (Wikipedia)
UNAMUNO, EL HOMBRE:
Uno que es un fiel admirador de Don Miguel de Unamuno y ha leído casi todas sus obras (incluida una que no se llegó a publicar “El resentimiento trágico de la vida”, diatriba tremenda sobre la Guerra Civil, donde ataca a “los hunos y los hotros”), no puede, por menos que destacar, el carácter cambiante de su posición política, la angustia de su vida cotidiana y su obsesión por la Religión (para mí era un fervoroso creyente, véase su libro “San Manuel Bueno, Mártir”), que llevó a la Iglesia Católica a prohibir sus obras, junto a otro rasgo de su carácter, su oposición al idioma vasco como una lengua aislada, que se debía mantener intocable; al contrario para él, no sólo el vascuence, sino todas las lenguas, se enriquecían con la mezcla de todas las demás, en especial, en este caso, con el latín y el castellano.
Para no entretener más con mis opiniones, quiero destacar aquí el gran libro escrito por estos dos hispanistas franceses, donde al tiempo que van narrando la vida de Unamuno, van introduciendo, como pequeñas astillas, pequeños trozos de su obra, lo que realmente resulta gratificante. Al final he cogido su último discurso como Rector de Salamanca, una vez acabada la Guerra Civil, donde estuvo a punto de ser pasado por las armas. En este caso, fue Carmen Polo, la mujer de Franco, quien quizá le salvó la vida (esta última intervención la he tomado del Libro “Agonizar en Salamanca” de Luciano G. Egido.)
SU NIÑEZ:
De muchacho yo no sabía jugar a la trompa, ni a las canicas, ni a la pelota, mi afición era contar cuentos o jugar a las tres en raya, juegos solitarios, callados, tristes. Los pajarillos de papel me embelesaban, tenía yo muchos, ejércitos, tenían sus nombres, sus leyes, su moneda, sus pájaras, sus caros, sus títulos, hasta su historia que entre yo y un primo la escribimos. Otros se han criado entre pajarillos de carne y hueso, oyéndolos cantar, yo, entre pajarillos de papel, secos y muertos.
SU RELIGIÓN:
Y bien, se me dirá ¿Cuál es mi religión? Y yo responderá: mi religión es buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad, aún a sabiendas de que no he de encontrarlas, mientras viva; mi religión es luchar incesante e incansablemente con el misterio; mi religión es luchar con Dios desde el romper del alba hasta el caer de la noche, como dicen que con Él luchó Jacob. No puedo transigir con aquello del Inconocible –o Incognoscible, como escriben los pedantes- ni con aquello otro de “de aquí no pasarás”. Rechazo el eterno “ignorabimus". Y en todo caso, quiero trepar a lo inaccesible.
Si todos estamos condenados a la nada, si la humanidad es un proceso de espectros que de la nada salen para volver a ella, el aliviar miserias y mejorar la condición temporal de los hombres no es otra cosa que hacerles la vida más fácil y cómoda, y con ello más sombría la perspectiva de perderla; es la infelicidad de la felicidad. Si no hay fin en la creación, todo esto es un verdadero absurdo.
SUS IDEAS POLÍTICAS:
Odio todo lo que huele a partido, a escuela o a secta, porque nunca he podido persuadirme que no sea un necio el hombre que profesa íntegras todas las doctrinas de un partido, secta o escuela y rechaza las demás.
SU VIDA:
Soy ante todo y sobre todo un trabajador y en el trabajo encuentro mi mayor consuelo y mi principal recompensa. Mi hogar no es una roca, sino una barca en el gran río del tiempo; voy sin sentir en ella y me parece que no soy yo, sino que son las riberas las que desfilan a mis ojos. No quiero los placeres intermitentes y entre mezclados con angustia, quiero la dulce y continua fusión del tibio placer y de la dulce pena, un estado de placentera incertidumbre del mañana; quiero el placer hecho hábito y el hábito hecho placer. Cada hora trae su callado deleite, me despiertan los niños, entra el sol en mi cuarto, salgo a contemplar la lejana sierra cuando me fatigo. Tal es mi vida.
EL VASCUENCE:
Suprimid, ante todo, ese odioso nombre de “maquetos”, nombre teñido de injusticia y de sinrazón. Tengamos lo que todo pueblo culto, para serlo de veras debe tener: “simpatía”, en el rigor etimológico del vocablo; capacidad para ponernos en el espíritu de otros y sentir como ellos sienten. No digáis nunca, ni Bilbao para los bilbaínos, ni Vasconia para los vascos, ya que al decirlo renegáis de nuestra raza; decid más bien: “Todo para todos”
SU ÚLTIMA LECCIÓN: “Agonizar en Salamanca”, Luciano G. Egido:
El General Franco le había dado a Unamuno su representación en el acto académico del Día de la Raza (12 de octubre de 1936) en la Universidad de Salamanca. Era la primera ocasión para los vencedores de la Guerra Civil para exaltar los valores por los que se habían sublevado.
Y fue Unamuno ya con 72 años, enfurecido por lo que estaba viendo, fiel a su contradicción permanente, el que dijo no a la Guerra y a la posterior matanza, y en medio del ceremonial, rodeado de los partidarios y exaltados. Unamuno presidía el acto, en compañía de las autoridades militares, eclesiásticas y civiles, estaba Carmen Polo y Millán Astray, fundador de la legión.
El viejo rector llevaba una carta de recomendación para pedir el indulto de su amigo Atilano Coco, pastor protestante, condenado a muerte, posiblemente para gestionar su clemencia. Habló primero un catedrático de historia, un dominico, un catedrático de literatura, luego José María Pemán. Y el Rector fue tomando notas en el sobre en que se solicitaba clemencia para su amigo.
De esta forma Unamuno pronunció el discurso más vehemente e imprudente de su vida y en el lugar más inoportuno. Lo que allí dijo estaba ya recogido en sus apuntes sobre el libro citado “El resentimiento trágico de la vida”, y habló con voz aguda e irritada, indignado por todo lo que acababa de oír, en un gesto de desafío y de gallardía intelectual, derecho al peligro, y así dijo:
“Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces quedarse callado equivale a mentir; porque el silencio puede interpretarse como aquiescencia. Había dicho que no quería hablar, porque me conozco; pero se me ha tirado de la lengua y debo hacerlo. Se ha hablado aquí de la guerra internacional en defensa de la civilización cristiana; yo mismo lo he hecho otras veces.
Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil. Nací arrullado por una guerra civil y sé lo que digo. Vencer no es convencer sobre todo, y no puedo convencer el odio que no deja lugar para la compasión; el odio a la inteligencia, que es crítica y diferenciadora, inquisitiva, más no de inquisición.
Quiero hacer algunos comentarios al discurso, por llamarlo de algún modo, del Profesor XX. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes, llamándoles la Anti España; pues bien, con la misma razón, pueden ellos decir otro tanto. Y aquí está el Sr Obispo, que lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona, para enseñaros la doctrina cristiana, que no queréis conocer, y yo, que, como sabéis, nací en Bilbao, soy vasco y llevo toda mi vida enseñándoos la lengua española, que no sabéis. Eso sí es Imperio, el de la lengua española y no…”
El general Millán Astray golpeó con su única mano la mesa presidencial (era manco y tuerto, tras de sus múltiples batallas) poniéndose en pie e interrumpiendo al rector, finalmente Carmen Polo, en medio del escándalo generalizado de voces, insultos, amenazas y abucheos, pidió a su guardia personal que se acercara, cogió del brazo al viejo rector y lo condujo lentamente hacia la salida, rodeado de soldados y de gestos crispados y ofensivos, gritando con el brazo en alto.
El viejo rector no opuso ninguna resistencia y avanzó del brazo de la mujer de Franco, con la cabeza un poco inclinada y cierta gallardía en sus pasos. Una multitud de brazos en alto y gritos patrióticos rodeó el coche oficial de la primera dama que se introdujo con Unamuno en el vehículo.
Alicante diciembre 2009 (JLN)
SU RELIGIÓN:
Y bien, se me dirá ¿Cuál es mi religión? Y yo responderá: mi religión es buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad, aún a sabiendas de que no he de encontrarlas, mientras viva; mi religión es luchar incesante e incansablemente con el misterio; mi religión es luchar con Dios desde el romper del alba hasta el caer de la noche, como dicen que con Él luchó Jacob. No puedo transigir con aquello del Inconocible –o Incognoscible, como escriben los pedantes- ni con aquello otro de “de aquí no pasarás”. Rechazo el eterno “ignorabimus". Y en todo caso, quiero trepar a lo inaccesible.
Si todos estamos condenados a la nada, si la humanidad es un proceso de espectros que de la nada salen para volver a ella, el aliviar miserias y mejorar la condición temporal de los hombres no es otra cosa que hacerles la vida más fácil y cómoda, y con ello más sombría la perspectiva de perderla; es la infelicidad de la felicidad. Si no hay fin en la creación, todo esto es un verdadero absurdo.
SUS IDEAS POLÍTICAS:
Odio todo lo que huele a partido, a escuela o a secta, porque nunca he podido persuadirme que no sea un necio el hombre que profesa íntegras todas las doctrinas de un partido, secta o escuela y rechaza las demás.
SU VIDA:
Soy ante todo y sobre todo un trabajador y en el trabajo encuentro mi mayor consuelo y mi principal recompensa. Mi hogar no es una roca, sino una barca en el gran río del tiempo; voy sin sentir en ella y me parece que no soy yo, sino que son las riberas las que desfilan a mis ojos. No quiero los placeres intermitentes y entre mezclados con angustia, quiero la dulce y continua fusión del tibio placer y de la dulce pena, un estado de placentera incertidumbre del mañana; quiero el placer hecho hábito y el hábito hecho placer. Cada hora trae su callado deleite, me despiertan los niños, entra el sol en mi cuarto, salgo a contemplar la lejana sierra cuando me fatigo. Tal es mi vida.
EL VASCUENCE:
Suprimid, ante todo, ese odioso nombre de “maquetos”, nombre teñido de injusticia y de sinrazón. Tengamos lo que todo pueblo culto, para serlo de veras debe tener: “simpatía”, en el rigor etimológico del vocablo; capacidad para ponernos en el espíritu de otros y sentir como ellos sienten. No digáis nunca, ni Bilbao para los bilbaínos, ni Vasconia para los vascos, ya que al decirlo renegáis de nuestra raza; decid más bien: “Todo para todos”
SU ÚLTIMA LECCIÓN: “Agonizar en Salamanca”, Luciano G. Egido:
El General Franco le había dado a Unamuno su representación en el acto académico del Día de la Raza (12 de octubre de 1936) en la Universidad de Salamanca. Era la primera ocasión para los vencedores de la Guerra Civil para exaltar los valores por los que se habían sublevado.
Y fue Unamuno ya con 72 años, enfurecido por lo que estaba viendo, fiel a su contradicción permanente, el que dijo no a la Guerra y a la posterior matanza, y en medio del ceremonial, rodeado de los partidarios y exaltados. Unamuno presidía el acto, en compañía de las autoridades militares, eclesiásticas y civiles, estaba Carmen Polo y Millán Astray, fundador de la legión.
El viejo rector llevaba una carta de recomendación para pedir el indulto de su amigo Atilano Coco, pastor protestante, condenado a muerte, posiblemente para gestionar su clemencia. Habló primero un catedrático de historia, un dominico, un catedrático de literatura, luego José María Pemán. Y el Rector fue tomando notas en el sobre en que se solicitaba clemencia para su amigo.
De esta forma Unamuno pronunció el discurso más vehemente e imprudente de su vida y en el lugar más inoportuno. Lo que allí dijo estaba ya recogido en sus apuntes sobre el libro citado “El resentimiento trágico de la vida”, y habló con voz aguda e irritada, indignado por todo lo que acababa de oír, en un gesto de desafío y de gallardía intelectual, derecho al peligro, y así dijo:
“Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces quedarse callado equivale a mentir; porque el silencio puede interpretarse como aquiescencia. Había dicho que no quería hablar, porque me conozco; pero se me ha tirado de la lengua y debo hacerlo. Se ha hablado aquí de la guerra internacional en defensa de la civilización cristiana; yo mismo lo he hecho otras veces.
Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil. Nací arrullado por una guerra civil y sé lo que digo. Vencer no es convencer sobre todo, y no puedo convencer el odio que no deja lugar para la compasión; el odio a la inteligencia, que es crítica y diferenciadora, inquisitiva, más no de inquisición.
Quiero hacer algunos comentarios al discurso, por llamarlo de algún modo, del Profesor XX. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes, llamándoles la Anti España; pues bien, con la misma razón, pueden ellos decir otro tanto. Y aquí está el Sr Obispo, que lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona, para enseñaros la doctrina cristiana, que no queréis conocer, y yo, que, como sabéis, nací en Bilbao, soy vasco y llevo toda mi vida enseñándoos la lengua española, que no sabéis. Eso sí es Imperio, el de la lengua española y no…”
El general Millán Astray golpeó con su única mano la mesa presidencial (era manco y tuerto, tras de sus múltiples batallas) poniéndose en pie e interrumpiendo al rector, finalmente Carmen Polo, en medio del escándalo generalizado de voces, insultos, amenazas y abucheos, pidió a su guardia personal que se acercara, cogió del brazo al viejo rector y lo condujo lentamente hacia la salida, rodeado de soldados y de gestos crispados y ofensivos, gritando con el brazo en alto.
El viejo rector no opuso ninguna resistencia y avanzó del brazo de la mujer de Franco, con la cabeza un poco inclinada y cierta gallardía en sus pasos. Una multitud de brazos en alto y gritos patrióticos rodeó el coche oficial de la primera dama que se introdujo con Unamuno en el vehículo.
Alicante diciembre 2009 (JLN)
Guerra Civil y enfrentamiento con Unamuno
Durante la Guerra Civil Española tuvo un papel secundario en el ejército sublevado contra la II República Española. Siendo célebre el altercado que mantuvo con Miguel de Unamuno el12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, al que habían asistido diversas personalidades franquistas con motivo de la celebración de la Fiesta de la Raza (lo que hoy es el Día de la Hispanidad, el aniversario del descubrimiento de América): el obispo de Salamanca, Enrique Plá y Deniel, el gobernador civil, Carmen Polo Martínez-Valdés(esposa de Francisco Franco) y el propio Millán-Astray.
Lo que sucedió, según cuenta en su magna obra La guerra civil española el hispanista inglés Hugh Thomas, es lo siguiente: el profesor Francisco Maldonado, tras las formalidades iniciales y un apasionado discurso de José María Pemán, pronuncia un discurso en que ataca violentamente a Cataluña y al País Vasco, calificando a estas regiones como "cánceres en el cuerpo de la nación. El fascismo, que es el sanador de España, sabrá como exterminarlas, cortando en la carne viva, como un decidido cirujano libre de falsos sentimentalismos. "
Alguien grita entonces, desde algún lugar del paraninfo, el famoso lema "¡Viva la muerte!". Millán-Astray responde con los gritos con que habitualmente se excitaba al pueblo: "¡España ..."; ".. una!", responden los asistentes.
(Algunos jóvenes estudiantes falangistas (según otros carlistas) intentan enmendar el viva la muerte con vivas a Cristo Rey y a la paz misericordiosa (...) pero son apagados por los ensordecedores gritos de ritual pseudorracionales y acaban siguiéndolos).
- "¡España ...", vuelve a exclamar Millán-Astray; ".. grande!", replica el auditorio.
- "¡España ...", finaliza el general; "... libre!", concluyen los congregados.
Después un grupo de falangistas ataviados con la camisa azul de la Falange hacen el saludo fascista, brazo derecho en alto, al retrato de Francisco Franco que colgaba en la pared. Se intenta así enmendar el incidente aunando esfuerzos de hermandad y moral (algo quebrada por el incidente) al unísono.
Miguel de Unamuno, que presidía la mesa, se levanta lentamente y dice: "Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso -por llamarlo de algún modo- del profesor Maldonado, que se encuentra entre nosotros. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo , dice Unamuno señalando al obispo de Salamanca-, lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona. Pero ahora acabo de oír el necrófilo e insensato grito "¡Viva la muerte!" y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fueCervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor."
En ese momento Millán-Astray exclama irritado "Muera la intelectualidad traidora" "Viva la muerte" aunque por el gran alboroto del publico no se percibio esa frase, que fue solo oída por la gente que estaba más cerca del general, naciendo así la leyenda de que realmente dijo:"¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!"(leyenda que nace de las declaraciones de Serrano Suñer el cual no se encontraba en la universidad), aclamado por los asistentes. El escritor José María Pemán, en un intento de calmar los ánimos, aclara: "¡No! ¡Viva la inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales!".
Miguel de Unamuno, sin amedrentarse, continúa: "Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho."
Lo que sucedió, según cuenta en su magna obra La guerra civil española el hispanista inglés Hugh Thomas, es lo siguiente: el profesor Francisco Maldonado, tras las formalidades iniciales y un apasionado discurso de José María Pemán, pronuncia un discurso en que ataca violentamente a Cataluña y al País Vasco, calificando a estas regiones como "cánceres en el cuerpo de la nación. El fascismo, que es el sanador de España, sabrá como exterminarlas, cortando en la carne viva, como un decidido cirujano libre de falsos sentimentalismos. "
Alguien grita entonces, desde algún lugar del paraninfo, el famoso lema "¡Viva la muerte!". Millán-Astray responde con los gritos con que habitualmente se excitaba al pueblo: "¡España ..."; ".. una!", responden los asistentes.
(Algunos jóvenes estudiantes falangistas (según otros carlistas) intentan enmendar el viva la muerte con vivas a Cristo Rey y a la paz misericordiosa (...) pero son apagados por los ensordecedores gritos de ritual pseudorracionales y acaban siguiéndolos).
- "¡España ...", vuelve a exclamar Millán-Astray; ".. grande!", replica el auditorio.
- "¡España ...", finaliza el general; "... libre!", concluyen los congregados.
Después un grupo de falangistas ataviados con la camisa azul de la Falange hacen el saludo fascista, brazo derecho en alto, al retrato de Francisco Franco que colgaba en la pared. Se intenta así enmendar el incidente aunando esfuerzos de hermandad y moral (algo quebrada por el incidente) al unísono.
Miguel de Unamuno, que presidía la mesa, se levanta lentamente y dice: "Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso -por llamarlo de algún modo- del profesor Maldonado, que se encuentra entre nosotros. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo , dice Unamuno señalando al obispo de Salamanca-, lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona. Pero ahora acabo de oír el necrófilo e insensato grito "¡Viva la muerte!" y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fueCervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor."
En ese momento Millán-Astray exclama irritado "Muera la intelectualidad traidora" "Viva la muerte" aunque por el gran alboroto del publico no se percibio esa frase, que fue solo oída por la gente que estaba más cerca del general, naciendo así la leyenda de que realmente dijo:"¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!"(leyenda que nace de las declaraciones de Serrano Suñer el cual no se encontraba en la universidad), aclamado por los asistentes. El escritor José María Pemán, en un intento de calmar los ánimos, aclara: "¡No! ¡Viva la inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales!".
Miguel de Unamuno, sin amedrentarse, continúa: "Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho."
A continuación, con el público asistente encolerizado contra Unamuno y lanzándole todo tipo de insultos, algunos oficiales echaron mano de las pistolas... pero se libró gracias a la intervención de Carmen Polo de Franco, quien agarrándose a su brazo lo acompañó hasta su domicilio.
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2 entradas - 1 autor - Última entrada: 12 Nov 2008Eventualmente, el sabía catorce lenguas diferentes (Miguel De Unamuno: Wikipedia). Él solo escribió en español y vasco pero él sabía también ...
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